La lucha contra el desperdicio no ha hecho más que empezar

Más de 800 millones de personas pasan hambre en el mundo, sin embargo, se siguen desperdiciando 1,3 billones de toneladas de comida, según el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, más conocida como FAO. Si bien este dato engloba los residuos generados desde la recogida de alimentos, hasta su transporte, distribución y después consumo, las cifras publicadas en el último mes con motivo de la conmemoración del Día Mundial de la Alimentación, celebrado el pasado 16 de octubre, son espeluznantes: en Europa cada año se desechan más de 50 millones de toneladas de frutas y verduras; el cuarto producto más desperdiciado son los cereales, con un 30% de la producción; por detrás
de raíces/tubérculos y pescados; mientras que en lácteos, sólo en los países europeos se pierden cada año
29 millones de toneladas de productos. La dimensión del problema obliga a reflexionar sobre la necesidad de
ponerle freno desde todos los ámbitos, un compromiso que parece haberse afianzado este año, donde hemos
visto que tanto cocineros como distribución se han unido para discurrir soluciones efectivas. La 1ª Semana contra el desperdicio alimentario, organizada por Aecoc a finales de septiembre, fue uno de los escenarios propuestos para el lanzamiento de ideas. Además de la recuperación y donación de productos para su consumo, para lo que se cuenta con bancos de alimentos y otras entidades benéficas; entre las ideas aportadas figuraban propuestas destinadas a fomentar el consumo de frutas imperfectas o según criterios de maduración; premiar a quienes se acaben el plato en los servicios de bufets o que los puntos de venta comercialicen comida preparada con los excedentes alimentarios.